30 de octubre de 1975.
Culiacán, Sinaloa, México.
Tantas y tantas imágenes pasan ante nuestros ojos.
Tantas son las cosas que vemos a diario; pero...
¿realmente las vemos? ¿nos detenemos a observarlas?
¿sabemos discernir lo que tenemos ante nosotros?
Hacía año y medio que estudiaba la carrera de Comercio Internacional en Culiacán, cuando una amiga me dijo que en donde ella estaba estudiando ofrecían la Licenciatura en Artes... Dos meses después, me encontraba en otro estado de la República Mexicana, en distinta universidad y estudiando una nueva carrera. Luego de cuatro años me gradué como Lic. en Artes de la Universidad de Monterrey, en Monterrey, Nuevo León.
Acto seguido, regreso a mi ciudad natal para rápidamente convertirme en una "gran y reconocida" artista; con esa idea en mi mente y en mi corazón fue que llegué de vuelta a Culiacán. Aunque, una vez aquí, mis prioridades y mis planes inmediatos cambiaron...
Había vivido durante cuatro años en Monterrey y ahora estaba de vuelta en mi Culiacán. "¡Qué diferencia!"; "¿por qué?", me preguntaba. Si tenemos la inteligencia, la capacidad, las habilidades y los medios necesarios; ¿por qué esa gran diferencia entre el desarrollo de una ciudad y el de la otra siendo ambas del mismo país?: EDUCACIÓN y FORMACIÓN. Estoy convencida de que dicha diferencia radica en gran parte en estos dos factores esenciales.
La actividad artística y el valor estético son propios del Hombre y de ninguna otra especie. Mediante la educación en las artes y la formación del valor estético desarrollamos una conciencia y una apreciación por lo que hacemos, tenemos y somos, queriéndolo entonces elevar a nuestro nivel: el de Personas Humanas... con inteligencia, voluntad y dignidad únicas.